Desde el 2 de marzo El Bajo Cauca y el Nordeste de Antioquia enfrentan un paro minero que ha escalado hasta el punto de confinar a miles de personas. En el centro del problema están las mafias que controlan el principal medio de subsistencia en la región. Hablamos con varias lideresas sobre los conflictos alrededor de la minería y la forma como la situación las afecta a ellas y a sus comunidades.
Por: El Armadillo
Los balances oficiales hablan de dos muertos y por lo menos 11 municipios paralizados en el Bajo Cauca y el Nordeste de Antioquia. Hay restricciones a la movilidad, las actividades educativas y el comercio. Varias comunidades sufren el desabastecimiento.
El sábado 11 de marzo los manifestantes quemaron dos ambulancias en Caucasia. En un video se ve cómo cuatro personas juegan con la camilla de una de ellas que, mientras tanto, arde en un puente sobre el río Cauca. En ese carro transportaban a una mujer embarazada que luego pudo ser trasladada a una clínica privada. El domingo, quemaron el peaje de Tarazá.
El origen de las protestas está, según sus voceros, en la quema de maquinaria usada en la minería informal y en el incumplimiento de acuerdos por parte de las autoridades. Sin embargo, el gobernador de Antioquia, Aníbal Gaviria, dijo que se trata de un “falso paro minero” y que detrás de las protestas están las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC).
Un conjunto de organizaciones, entre las que se encuentra la Corporación Jurídica Libertad y el Proceso Social de Garantías, respondieron en un comunicado que si bien hay personas que han sido presionadas por las AGC para que salgan a protestar, es deber de los gobiernos preservar su integridad. Agregaron que señalamientos como los del gobernador “afectan a quienes están protestando de manera libre y voluntaria, los cuales son mineros que están dedicados a la actividad no formalizada por la necesidad de subsistir y porque no han obtenido una respuesta integral del Estado”.
El Gobierno Nacional, por su parte, desplegó un operativo del Ejército y la Policía para despejar las vías y envió cinco viceministros a la zona que no fueron suficientes para mantener abierta una ruta de negociación. El 9 de marzo, el comité que lidera el paro y que asegura promover una protesta pacífica, se levantó de la mesa de diálogo.
El domingo, el presidente Gustavo Petro asumió como cierto que detrás de la protesta están las AGC. En una serie de trinos dijo que hay manifestantes pagados por esa estructura y que los jóvenes de la zona están dispuestos a venderse a las mafias por la exclusión a la que han estado sometidos. Luego, al terminar un consejo de seguridad en Montelíbano (sur de Córdoba), dijo que la Fuerza Pública que llegó para atender el paro se va a mantener en la región para “liberar a la población”.
Pero esa idea del control mafioso reconoce solo una parte de la complejidad que hay alrededor del paro minero. Es cierto que las AGC y otras organizaciones armadas mueven muchos de los hilos de la minería en esa región, pero también es cierto que no son solo actores externos que operan como si se tratara de un ejército de ocupación.
En el Nordeste y en el Bajo Cauca, en Medellín, en Urabá y en muchas otras regiones de Colombia esas organizaciones han construido legitimidad a fuerza de miedo e intimidaciones, pero también porque atienden carencias y regulan de forma efectiva la vida social.
Eso explica su lugar en regiones como estas, donde la extracción de minerales es la mejor alternativa de subsistencia para miles de personas que se ubican en las posiciones más marginales de un negocio millonario atravesado por la extorsión.
Es un hecho también, aunque menos visible, que hay afectaciones sociales y medioambientales causadas por compañías mineras que operan con el amparo institucional, y que los procesos de formalización estatales han sido incapaces de competir con la rentabilidad que ofrece el control ilegal.
En medio de ese panorama, el 10 de marzo la Red de Mujeres de Bajo Cauca publicó un comunicado en el que describe la situación que viven sus comunidades, pero sumó los efectos particulares que enfrentan las mujeres y las niñas de la zona: en medio del confinamiento generalizado están marginadas de las decisiones y de cualquier espacio de diálogo y de interlocución.
Por eso, El Armadillo contactó a cinco mujeres en el Bajo Cauca y el Nordeste, y les pidió escribir o enviarnos audios con sus opiniones y sus interpretaciones sobre el paro minero. Algunas hablaron de las restricciones que tienen para ejercer libremente sus profesiones, de las implicaciones del confinamiento sobre las labores de cuidado y de la importancia que tendrían las mujeres en la construcción de acuerdos. Todas nos solicitaron mantener en reserva su identidad, pero estas son sus voces:
“Las mujeres somos quienes nos tenemos que callar”
*Gloria, lideresa de víctimas (Caucasia)
La estamos pasando muy mal, sobre todo las mujeres que siempre somos las que llevamos la carga del hogar y de la familia. En estos momentos la situación en el Bajo Cauca es bastante crítica. Yo no estoy en contra de los mineros, porque al igual que todo el mundo tienen derecho a un trabajo digno, a comer, a sustentar a sus familias y a otras familias que dependen de su trabajo. Pero tampoco estoy de acuerdo con los desmanes cometidos en nombre del paro minero, porque eso nos está afectando no solamente a las mujeres sino a toda la población.
Tenemos niños que no han podido volver al colegio, niños que no están recibiendo su alimentación escolar. Tenemos adultos mayores que necesitan medicamentos y no hemos podido acceder a ellos. Después de 10 días de paro ya no hay reservas económicas que aguanten.
Además de eso, el problema social que representa para nosotros las mujeres: las afectaciones psicológicas, el estrés, el cuidado. Han aumentado las violencias intrafamiliares por tener a toda la familia reunida. Es como estar como secuestrado en su propia casa con el resto de la familia. Las mujeres somos quienes nos tenemos que callar generalmente por situaciones que pasan a nuestro alrededor y no podemos llorar porque si nos ponemos a llorar nos desmoronamos y somos el pilar de la familia.
Estamos huérfanos por parte del Estado. Vemos a los funcionarios, a los gobernadores, a los senadores solamente cuando vienen a buscar los votos. Aparte de ser rico en cuencas hídricas y en metales preciosos, el Bajo Cauca es rico como potencial electoral, y es lo único que ellos vienen a buscar acá.
Mire las palabras incendiarias del gobernador de Antioquia, que en vez de venir a mejor la situación, viene a empeorarla. Y siguen con la quema de maquinaria. ¿Cómo pretenden negociar con la gente que tiene hambre? El gobierno no ha podido entender que el que tiene las armas pone las condiciones.
“Seguimos unidas pensando que el diálogo y la juntanza es la mejor solución”
*Patricia, defensora de derechos humanos (Tarazá)
No solamente Tarazá sino todo el territorio está carente de alimentos, de medicamentos, de atención médica. No hay acceso a educación, a movilidad ni a las libres decisiones. Hay un tema de salud mental impresionante porque nosotras las mujeres somos las que siempre tenemos la carga de cuidar a nuestras familias, de darles de comer, de buscar el recurso para generar dinero y comprar los alimentos, irlos a preparar y entregarlos a nuestras familias. Pedimos de manera encarecida que se llegue a acuerdos pronto con el gobierno y solucionar la situación.
Nuestro territorio siempre ha sido resistente, con hombres y mujeres trabajadoras y luchadoras. Somos mujeres empoderadas, campesinas, afros, indígenas, jóvenes, profesionales en todas las ramas que estamos unidas buscando una pronta solución. Seguimos unidas pensando que el diálogo y la juntanza es la mejor solución para todas las problemáticas del territorio y del país.
No desconocemos las lideresas del Bajo Cauca que la minería es una de las mejores fuentes de riqueza para el territorio. No estamos en contra de la protesta y jamás lo estaríamos, pero sí hacemos un llamado a que la protesta sea pacífica, en paz y sin afectar a los demás.
Respetamos a cada una de las personas en sus liderazgos y en sus medios y sus formas de protestar, pero les pedimos que por favor permitan el acceso a alimentos, a medicamentos y a las misiones médicas. Seguimos creyendo y confiando. Las mujeres del Bajo Cauca le seguimos apostando a la paz y a la reconstrucción del tejido social.
“En unos días podremos salir a la calle, pero corregir las raíces del problema es otro asunto”
*Carolina, comunicadora (Caucasia)
En este ambiente de conflicto se desdibuja todo tipo de distinción o mínimo respeto por lo que representas: el docente, el voluntario de Cruz Roja, el agente de tránsito, el estudiante, el sacerdote, la ama de casa. Todos podemos ser blanco de un ataque, incluso de la Fuerza Pública.
Los gobiernos locales y autoridades son renuentes a dar declaraciones. Toca apelar a los comunicados o a las entidades del Ministerio Público como la Personería o la Defensoría del Pueblo, cuya labor no puede extenderse más allá de recomendaciones de protección de los derechos humanos.
Un paro minero en esta zona expone la gran problemática de orden social, económico y ambiental que ha venido creciendo por décadas. Al ser el sector minero una fuente de financiación de grupos armados, no es de extrañar que en la «defensa» de sus bienes, el ambiente se torne similar al de los anteriores paros armados, que devela, lamentablemente, la ausencia total de gobernabilidad del territorio: ordenan el cierre o apertura del comercio y vías a voluntad, ante la impotencia de Policía y Ejército, que incluso recomiendan acatar esas instrucciones.
Finalmente, el confinamiento que refiere el comunicado de la Red de Mujeres, no difiere del de otras organizaciones sociales que apelan por la libertad y la defensa de los derechos. No considero que sólo sean vulnerables las niñas y las mujeres porque los niveles que ha alcanzado la disputa territorial, la explotación ilícita de minerales, la negligencia histórica del gobierno con esta región, la corrupción de administraciones locales y Fuerza Pública (que solo encuentran que «haciendo equipo» con grupos armados pueden gobernar) tienen al Bajo Cauca y al Nordeste Antioqueño en una crisis permanente que solo disminuye por momentos.
La pobreza, el atraso, la falta de oportunidades, el deterioro progresivo (tal vez no reversible) de los recursos naturales seguirá. En unos días podremos salir a la calle, sin duda, pues es el curso natural tras una exacerbación del orden público, pero corregir las raíces del problema es otro asunto, y los gobiernos han demostrado en ello una absoluta torpeza, qué tal vez no se otra cosa que incapacidad, desconocimiento y negligencia.
“Nuestros derechos siguen vulnerados porque acá cada que quieren encerrarnos nos encierran”
*Marcela, lideresa comunitaria (El Bagre)
Nosotras como lideresas, como madres, como mujeres llevamos una carga bastante fuerte porque somos las protectoras de los papás, de los hijos, de los esposos, hasta de las personas que no son de la familia. En lo familiar ha sido muy fuerte porque mi mamá tiene un marcapasos y había que llevarla a revisión a Montería y eso no se pudo. A mí psicológicamente me ha afectado también este paro y terminé con un dolor en la espalda y en el cuello por el estrés de la situación. Lo segundo es el tema de los alimentos: ¿qué garantías hay con que abran dos o tres horas para comprar si no generamos dinero porque la mayoría vive del día a día? ¿Con qué compramos? Ya el problema es de hambre.
Aunque tenemos sembrados de yuca y plátano, y nos íbamos a madrugar a las 5:00 de la mañana a la zona rural para traer algo de comida, anoche aquí muy cerca del pueblo quemaron unas motos entonces mejor nos quedamos quietas porque qué se va a poner uno a exponerse. Puede haber muchas cosas escasas en el hogar, pero realmente ahora no es confiable salir, estamos atados. Necesitamos ayuda porque estamos en un caos, en un colapso total.
Teníamos con varias asociaciones una actividad programada para el 8 de marzo por el Día Internacional de la Mujer pero se tuvo que aplazar. Nuestros derechos siguen vulnerados porque acá cada que quieren encerrarnos nos encierran.
Nosotras las mujeres siempre estamos mirando que se está acabando la panela, el arroz. Siempre intentamos mirar un poco más allá y eso psicológicamente nos está afectando. Un día llegaron a mí casa más de ocho personas, sobre todo mujeres, porque nos tenemos más confianza y así la situación esté mala en la casa casi siempre son las mujeres las que dan ese paso. Aquí entre todos y con la ayuda de algunos vecinos pudimos repartir lo poquito que teníamos y que todos se llevaran algo para sus casas.
“Los adultos mayores estamos en la casa, todos estresados”
*María, ama de casa y víctima de la masacre de Segovia
Ay, el paro en Segovia, muy maluco. Imagínese que todos esos niños bien inquietos en la casa todo el día, muchos padres que en realidad están pendientes de la comidita que les daban allá [en los colegios] y ahora esos padres de familia se sienten todos estresados, no saben qué hacer, les pegan a esos niños cuando están molestando mucho, pero uno piensa que todo eso es falta de la alimentación correcta. Imagínese que los adultos mayores estamos todos en la casa.
A mí me ha afectado bastante, empezando porque en la tercera edad no tenemos ninguna actividad que siempre nos desestresa mucho y asímismo con la familia; todos sin saber qué hacer, los hijos míos pensando qué es lo que les van a llevar a la casa de la familia y las tiendas cerradas. Hoy [el sábado] más o menos abrieron, el señor alcalde nos dijo que ya nos iban a abrir todas las tiendas y vea qué filas tan impresionantes para uno conseguirse una legumbrita, eso está crítico.
*Nombres cambiados a petición de las fuentes.