Las luchas y las alianzas para que las familias de Urabá tengan casa propia

Por Mateo Isaza Giraldo

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3 de octubre de 2025

Los proyectos de interés social prioritario en esta subregión le permiten a cientos de familias acceder a vivienda propia y, con ello, dar un paso adelante en proyectos de vida más dignos. Aquí, varias historias de los esfuerzos familiares y una mirada a las alianzas público-privadas que ayudan a edificar estos sueños.


María Dualfaris Palacio, una mujer de 52 años que trabaja como empleada  doméstica en el barrio Ortiz, de Apartadó, tuvo dos objetivos que la desvelaron durante los últimos años: ahorrar todo lo que le pagaban por vacaciones o primas y madrugar para llegar de primera cada que tenía que llevar un papel o resolver una duda a las oficinas de Confiar, la entidad que la asesoró y le ofreció un crédito hipotecario.

Hoy, sentada en la sala de su apartamento en la cuarta etapa de la urbanización Jhon García, donde vive desde hace seis meses, recuerda entre risas lo austeras que fueron las últimas navidades en familia junto a su hijo Carlos Andrés, su nieta Luciana y su nuera Marta Lucía:

“Yo siempre les decía que ese año tampoco había estrén, pero que todo era por el sueño de acceder a una casita propia. Fue un proceso largo porque no podía tocar las cesantías; peso que me llegaba, peso que guardaba, y mire ahora la alegría de estar acá en mi espacio”, cuenta.

El 6 de marzo, María Dualfaris y su familia durmieron por primera vez en su nueva casa. A sus ahorros por el trabajo de tantos años se sumaron otros dos impulsos: un subsidio de vivienda de Comfenalco y un crédito hipotecario de Confiar, que le prestó $26 millones que deberá pagar durante doce años con una cuota mensual inferior al arriendo que pagaba en el barrio Policarpa.

La vida de Laura María Guzmán Villadiego en Apartadó también ha sido de renuncias y de créditos. Tiene 35 años y nació en Valencia, Córdoba. Primero llegó sola a Urabá y pidió prestado para estudiar psicología en Uniminuto, combinó las aulas con jornadas laborales; luego tuvo que sanear sus finanzas, por estar reportada, y ponerse juiciosa para mejorar sus calificaciones crediticias. Por último, se embarcó en un proceso que duró más de tres años y la llevó a estrenar apartamento, en agosto del 2024, en el proyecto Jardines, de Comfama.

El proyecto Jardines de Comfama, en Apartadó, se construye por etapas y serán más de 1.500 viviendas. FOTO CORTESÍA

“Siempre quise estudiar y tener casa, pero las dos cosas al tiempo no daban. Empecé abriendo una cuenta de ahorro en Confiar que se llama Su Vivienda, donde ahorraba lo que podía cada quincena: a veces 50 o $100 mil y a veces un poquito más, pero fue difícil porque con esos montos no alcanzaba y además tenía que pagar arriendo”, cuenta Laura.

Luego entró al programa Camino a mi casa, de Comfama, y empezó a darle forma a esa idea que la trasnochaba. “Fueron años de renuncias, cada prima que me llegaba, la comprometía, y controlaba mucho los gastos. Hoy vivo aquí con mi hermano y es una alegría darle forma a este espacio y saber que hay entidades que lo acompañan a uno a lograrlo”.

Para materializar este sueño, Laura accedió al subsidio del Gobierno Nacional y luego a un crédito en Confiar, que le prestó $49 millones a un plazo de doce años. La cuota de 600 mil pesos que paga mes a mes es similar a lo que le valía el arriendo en otro barrio.

Impulsar un círculo virtuoso (y urgente)

Las historias de mujeres trabajadoras como María Dualfaris o Laura María, que accedieron a una vivienda nueva en Urabá, son más la excepción que la regla. Datos del Informe Calidad de vida de Antioquia de 2024 muestran que en los centros urbanos solo el 49 % de la población del departamento tiene vivienda propia. 

Si hablamos de calidad, Urabá es la subregión de Antioquia con peores indicadores: el 37 % de los hogares, es decir una de cada tres viviendas, presenta deficiencias estructurales. Para hacerse una idea, ese mismo indicador, en la subregión Norte, es apenas del 3 %.

Urabá es una subregión estratégica para el acceso a la vivienda tanto por el panorama crítico que enfrenta como por el potencial de crecimiento que tiene, según explica Felipe Chaverra, director de vivienda de Confiar. Para él, son claves las alianzas con el Gobierno nacional, los entes territoriales y otros actores como las cajas de compensación y las constructoras.

“Entre mejor funcionen subsidios como Mi Casa Ya —hoy suspendido— y otros como los de las cajas de compensación, se facilita que muchas más familias puedan tener vivienda propia porque si necesitan un crédito les queda mucho más bajo. Confiar empezó a involucrarse en el tema de vivienda en Urabá en 2015 con el proyecto Las Heliconias (Apartadó) y desde entonces son más de 4.100 hogares financiados en la subregión”.

Ese acompañamiento de Confiar a los proyectos de interés social, dice Chaverra, se puede dar de dos maneras: con créditos hipotecarios y asesorías a los compradores o con créditos a los constructores para que logren el cierre financiero y saquen los proyectos adelante.

Carlos Antonio Villa, representante legal de Corconvis, la empresa constructora de la urbanización donde ahora vive María Dualfaris y su familia, cuenta que los proyectos de interés social prioritario son complejos porque requieren de varios actores: primero el municipio, que aporta el lote como subsidio “en especie”; luego las cajas de compensación o el Gobierno nacional, que aportan subsidios; y por último cooperativas financieras como Confiar, que asesoran y entregan los créditos para que las familias puedan terminar de pagar sus casas con cuotas asequibles, de acuerdo a sus posibilidades.

“Aquí, además de los créditos, es importante el acompañamiento y la asesoría financiera porque a veces para las familias es difícil pensar y organizar proyectos a largo plazo. Esa es una función muy importante de las cooperativas para que la gente cambie un poco la mentalidad y pueda salir adelante”, asegura Villa.

De esos esfuerzos y de las renuncias que implica tener casa propia para las familias de estratos 1, 2 y 3 sí que sabe Enilfa Margot Almanza, quien vive en Arboletes y pagó arriendo durante más de quince años.

“Yo trabajé 20 años en Coopetraban [cooperativa de ahorro y crédito] y cuando se presentó la oportunidad de negociar la salida de la empresa vi que esa platica que me ofrecían era la oportunidad ideal para reunir para la cuota inicial y cumplir, por fin, ese sueño de tener casa propia”, cuenta. Entonces empezaron los trámites del crédito y de los subsidios: “Hasta mi esposo trabajó de obrero para que el dinero invertido en los arreglos rindiera más”.

Enilfa y su esposo, mototaxista, son una de las 1.175 familias con crédito hipotecario de Confiar en Urabá. Pagan $350 mil mensuales y tienen una casa recién construida, de 70 metros, en el proyecto Llanos de San Lorenzo. Un espacio de ellos al que cada que pueden le hacen “detallitos” adicionales y que, desde hace tres años llaman, orgullosos, hogar.

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