Petro midió sus bases y atizó sus peleas con la derecha en el epicentro del poder en Antioquia

Por El Armadillo

-

23 de junio de 2025

El presidente llenó la plazoleta de La Alpujarra en un evento centrado en la paz urbana que, sin embargo, fue otro pulso en su pelea con el gobernador de Antioquia y el alcalde de Medellín. En las posiciones más protagónicas de esa concentración estuvieron liderazgos sociales y comunitarios, políticos de la izquierda antioqueña, el exalcalde Daniel Quintero, el círculo de confianza de Petro encabezado por Armando Benedetti y un grupo de jefes de la Oficina que saltaron de la cárcel a la tarima y también movieron a sus “muchachos”.

Por: Juan David Ortiz Franco y Mateo Isaza Giraldo


La tarima estuvo ubicada justo en el vértice que forman los edificios de la Alcaldía y el Concejo de Medellín. Al frente, el «Monumento a la raza», la escultura de Rodrigo Arenas Betancourt  —que está en plena restauración— y representa los oficios, los mitos y la épica de la antioqueñidad. Muy cerca, la Asamblea y la Gobernación de Antioquia. Ahí, en el centro administrativo La Alpujarra, que reúne a las instituciones del poder civil del departamento, el presidente Gustavo Petro desplegó un discurso de dos horas en el que habló de paz, pero fue a la guerra.

La plazoleta recibió a cientos de personas desde el mediodía. Todas entraron por un único acceso, con un control de seguridad, sobre la calle San Juan. Había grupos organizados que llegaron desde distintos barrios de Medellín y de otros municipios de Antioquia, familias con niños, líderes comunitarios, un pequeño grupo de indígenas, y organizaciones populares que llevaron pancartas y distintivos.

También llegaron busetas escolares con grupos de hombres jóvenes, vestidos con camisetas blancas, algunos de ellos con tapabocas, y algunos más con prendas y carteleras que explicaban bien su presencia en esa concentración: «Alfonso López apoya la paz urbana», «Castilla apoya la paz urbana», «Douglas, Aranjuez te quiere».

Esa primera espera por la fila de la requisa, bajo el calor del mediodía, era ambientada por algunos con arengas contra RCN y Caracol, y por varias personas que ofrecían la planilla para firmar el referendo antiprivilegios de congresistas promovido en TikTok.

—Eso quién sabe pa’ qué candidato será, lo creen a uno bobo.
—Venga lea y verá que no, es pa’ bajarle el salario a los congresistas. Se necesitan tres millones de firmas.

A un costado de la entrada destacaban cuatro carteles dispuestos en el separador. Uno de ellos resumía esa causa: “Presidente, los Gilinski no le cumplen… hay despidos masivos y cierres de empresas en el Grupo Nutresa”.

Ya dentro de la plazoleta, había cuatro pantallas gigantes para retransmitir lo que pasaba en el escenario, y la logística de un evento masivo: baños públicos portátiles y un par de carpas donde varias personas, algunas con carnés y camisetas del Ministerio del Interior, entregaban agua y refrigerios. También una tarima pequeña, a un costado, donde estaban dispuestas varias cámaras de televisión.

Y las arengas que iban y venían conforme pasaban al frente los primeros invitados: «Antioquia no es Uribe», «Petro, amigo, el pueblo está contigo», “Agua sí, mina no”, “El pueblo no se rinde, carajo”, “reelección”, pero sobre todo una que resonó varias veces durante las más de seis horas del evento: «Yo vine porque quise, a mí no me pagaron».

—¿Ese es Petro? 

Preguntó uno de los “muchachos” de tapabocas y camiseta blanca, pero el que hablaba en ese momento era el presentador del evento.

—Que se largue a llover para ver si termina esto, dijo otro. Llevaban más de tres horas al sol y el presidente aún no llegaba.

***

Al otro lado de las vallas que dividían la tarima del público, todo un desfile de políticos. Intercalados con la programación cultural que incluyó agrupaciones musicales y otras expresiones artísticas, hablaron varios líderes y lideresas sociales, y los ministros Antonio Sanguino (Trabajo), Daniel Rojas (Educación), Yannai Kadamani (Culturas) y Edwin Palma (Minas).

También, los congresistas Isabel Zuleta, Leon Fredy Muñoz, Pedro Baracutao, Alfredo Mondragón y Álex Flórez. Aunque estuvo todo el tiempo muy cerca de la tarima, el representante David Racero, involucrado en un escándalo reciente por pedir puestos y por la remuneración que ofrecía a una trabajadora en su negocio privado, no se dirigió al público que esperaba al presidente. 

Los que sí hablaron fueron otras figuras de la izquierda local como el concejal José Luis Marín (Aquínoticias), el diputado Juancho Muñoz y Luz María Múnera, consejera presidencial para las regiones. 

El evento estaba citado para las 2:00 de la tarde, luego de un cambio de última hora. En principio, el lugar de concentración sería el Parque de los Deseos, frente a la Universidad de Antioquia, rebautizado Parque de La Resistencia durante el paro nacional de 2021. Desde allí habría una marcha hasta el parque de Aranjuez, donde sería el discurso del presidente. Pero un mensaje de WhatsApp que circuló pocas horas antes en varios grupos de colectivos y organizaciones sociales anunció el cambio de planes:

«Por motivos de seguridad, según indicaciones de la Casa Militar y el DAPRE, la concentración con el compañero Presidente Gustavo Petro ya no se realizará en la Comuna 4 – Aranjuez, en el Parque de la Resistencia. El nuevo lugar del encuentro será el Parque de las Luces, en el sector de La Alpujarra, este sábado 21 de junio a las 2:00 p.m. Desde esa hora se desarrollará una agenda cultural que se extenderá hasta la llegada del Presidente Gustavo Petro”. (SIC)

Finalmente, tampoco fue en el Parque de Las Luces, sino en medio de los edificios de la Alcaldía y de la Gobernación. Aunque la programación empezó cerca de la 1:20 de la tarde, unas horas después la fila para el ingreso se extendía por varias cuadras.

El presidente llegó al lugar minutos antes de las 6:00 de la tarde con una comitiva de la que hacían parte, entre otros, los ministros Armando Benedetti (Interior) y Pedro Sánchez (Defensa), también la directora de DAPRE, Angie Rodríguez, y el exalcalde Daniel Quintero, precandidato presidencial e imputado por corrupción.

Muy pronto, una formación se dispuso en la tarima. Petro en el centro; muy cerca, su círculo de confianza, varios líderes sociales y un grupo de cabecillas de la Oficina que llegaron en varios carros del Inpec que permanecieron parqueados a un par de cuadras, sobre la Avenida del Ferrocarril.

En su discurso, Petro habló de minería, de la espada de Bolívar, de la reforma laboral, de pensiones, de la constituyente, de gratuidad en la educación, de la gentrificación, de la plata para las carreteras, de Federico Gutiérrez y de Andrés Julián Rendón. Dijo que él mismo había solicitado una parada militar a su llegada al aeropuerto de Medellín para luego recordarle a la Fuerza Pública de Antioquia que él es su comandante en jefe. En sus afirmaciones mezcló insinuaciones sobre presunta corrupción de la dirigencia antioqueña, señalamientos sobre supuestas influencias indebidas en la justicia por parte de una funcionaria del distrito que antes fue directora de Fiscalías de Medellín, y le dijo a Gutiérrez que no lo amenace, que no le tiene miedo. 

Antes, el presidente escuchó varias intervenciones: habló el vocero de los 11 campesinos judicializados por su protesta en contra de la mina Quebradona, en Jericó; Margarita Restrepo, una de las mujeres buscadoras de las personas desaparecidas en La Escombrera de la Comuna 13 y, de nuevo, la senadora Zuleta, que es además la coordinadora de la delegación del gobierno en la mesa de paz urbana.

También habló Jorge de Jesús Vallejo Alarcón, alias Vallejo, vocero del grupo de jefes mafiosos que acompañó el evento. Muy cerca, lo escucharon sus compañeros: alias Lindolfo, Tom, Douglas y Carlos Pesebre; buena parte de la cúpula que aún hoy, desde la cárcel, representa la gobernanza criminal de la que dependen la paz y la guerra del Valle de Aburrá.

Un proceso «estancado» y un anuncio de «cese total»

Vallejo agarró el micrófono y, en nombre de los líderes de las bandas que estaban en tarima, leyó un comunicado en el que habló del “ADN social, comunitario y territorial” que tienen las organizaciones armadas en los barrios, de sus aportes en términos culturales y de infraestructura, y dio su radiografía sobre lo que pasa con la mesa de negociación:

“La sociedad antioqueña sabe que esos indicadores históricos de reducción de violencias están relacionados directamente con los acuerdos alcanzados en la mesa de Itagüí (…) Pero con mucha preocupación debemos decirle que el diálogo, a pesar de sus avances, atraviesa por un difícil momento. Ha faltado capacidad y reciprocidad del Estado en acompañar esas transformaciones para avanzar en el diálogo. El proceso, en consecuencia, está estancado, señor presidente”. Luego cargó contra el alcalde Federico Gutiérrez y sus aliados en el Concejo, y los calificó como responsables de los saboteos a la salida negociada. 

Una vez terminó su intervención, alias Vallejo le entregó una de las gorras negras que también lucían los demás representantes de los grupos armados que conforman la mesa de Itagüí. Todas marcadas con el tema principal del evento: “PAZ URBANA / Valle de Aburrá”.

Luego, durante su discurso, Petro hizo algunas menciones esporádicas sobre la paz urbana, pero realmente se concentró en el tema en los diez minutos finales. Allí les pidió a los que llamó “antiguos jefes de la violencia en Medellín”, que cesaran toda violencia: “Ojo, no se trata de acuerdos parciales. Sabemos que cumplieron cuando dijeron acabar fronteras entre bandas. Sabemos que cumplieron cuando dijeron que no más matar: tregua. Sabemos que en algunos barrios dijeron, por un tiempo transitorio, cesar la extorsión”. 

Luego lanzó uno de los anuncios centrales de la tarde/noche:

“Mi propuesta consiste en que la fiscal general y yo como presidente de Colombia, vayamos a la cárcel [de Itagüí] a examinar, bajo las normas existentes, legales, las posibilidades de beneficios jurídicos a cambio de la dejación completa y definitiva de las armas, del asesinato, de la sujeción de juventudes, hombres y mujeres de los barrios, y de la extorsión y la ayuda al traqueteo”.

De lo que no habló el presidente en su intervención fue de las dificultades para el cumplimiento de algunos acuerdos previos como el piloto para el no cobro de extorsiones, como lo reconoció a El Espectador la propia senadora Zuleta. Tampoco, de la idea de que la mesa está estancada, de las ausencias y la lentitud de la Oficina del Consejero Comisionado de Paz ni de una necesidad en la que han insistido los voceros de las bandas y las organizaciones que acompañan los diálogos: un marco jurídico que le dé piso a las negociaciones.

Una persona que ha acompañado el proceso de la mesa estos dos años y que pidió no publicar su nombre nos contó que, pese a las múltiples dificultades, el del Valle de Aburrá es el proceso de paz urbana que más avanzado en el país (otros dos se desarrollan en Quibdó y Buenaventura), y calificó como esperanzador que el presidente viniera a Medellín a hablar de ese tema porque lo vuelve a poner en el ojo público:

“Hay que esperar que más allá de la movilización y la plaza pública, esto represente una inyección de energía y liderazgo desde la Oficina del Alto Comisionado al proceso y que esto se concrete en los espacios socio-jurídicos”.

Los medios en el centro de la agenda y de frente contra El Colombiano

El primero en mover el tema de los medios de comunicación fue Hernán Muriel, comunicador y activista del medio alternativo Cofradía para el Cambio [también compartió tarima con Petro]. Cuando fue su turno ante el micrófono, mucho antes de la llegada del presidente, señaló a la tarima donde estaban las cámaras: «Les quiero agradecer a los compañeros de los medios tradicionales porque nos hicieron inferir que aquí no iba a venir nadie». 

En efecto, los enfoques en las publicaciones de varios medios antes del evento, entre ellos del periódico El Colombiano, apuntaron a los gastos logísticos, a la entrega de refrigerios y a que se hubieran contratado buses para trasladar asistentes a La Alpujarra.

La nota que publicó ese periódico en su edición del 21 de junio retoma los cuestionamientos de varios políticos cercanos al alcalde Gutiérrez. En uno de sus párrafos afirma que ese sector “ha llamado la atención por la logística que está desplegando el gobierno central para llenar la plazoleta, que incluirían desde convocatorias en comunas para llenar buses y hasta presuntas movidas contractuales que darían cuenta de una jornada que costaría millonarios desembolsos”.

En la tarima a la que apuntó Muriel estaban algunas cámaras de medios tradicionales, incluyendo a los fotógrafos de El Colombiano y El Tiempo, que decidieron entrar sin distintivos, tal como lo hicieron varios reporteros de esos y otros medios masivos que se mezclaron entre la gente, pero decidieron no identificarse como prensa por razones de seguridad, tal como nos lo dijeron dos de ellos. En realidad, en ese mismo lugar estaban las cámaras de RTVC, del equipo de comunicaciones de la Presidencia, y varios periodistas comunitarios y alternativos.

El asunto lo retomó luego el ministro de Educación, Daniel Rojas, que empezó su discurso pidiéndole a la gente que ayudara a «desbaratar la matriz mediática que dice que Petro odia a Medellín». Luego, se centró en El Colombiano y repitió una arenga que el público le ayudó a completar: «Cuando El Colombiano dice que el presidente quiere destruir la democracia, El Colombiano miente. Cuando El Colombiano dice que el presidente Gustavo Petro quiere instaurar una dictadura en Colombia, El Colombiano miente». Luego, el mismo Rojas se ofreció a prestarle una calculadora a la directora de ese periódico para que hiciera las cuentas sobre la inversión del Gobierno Nacional en Antioquia.

Después, el turno fue para el representante Alfredo Mondragón. Su discurso se centró en la reforma laboral, dijo que él mismo es egresado del Sena, y que son cerca de 70 mil jóvenes los que se verán beneficiados en Antioquia. Pero «El Colombiano no lo va a querer decir», dijo.

Finalmente, en su discurso Petro también cargó varias veces contra ese periódico: cuando completaba 20 minutos de intervención, se dirigió a los aprendices del SENA y a las personas de la tercera edad: “Hoy este gobierno, se los digo a quienes dicen a través de El Colombiano —que tantas falsedades levanta contra mí— que hemos entregado ya mensualmente a 350 mil adultas y adultos mayores que no tenían ninguna pensión, un bono pensional para que puedan tomarse una sopa caliente”. 

Volvió a mencionar ese medio más adelante, cuando habló de educación: “Decía la directora de El Colombiano que nosotros estábamos retrasados en entregarle a las universidades públicas de Medellín y de Antioquia el recurso para que todo joven estudie gratuitamente (…) y resulta que lo que dijo la directora de El Colombiano era falso”. 

En efecto, el 20 de junio, Luz María Sierra, directora de ese medio, publicó un trino con información imprecisa. En su mensaje, Sierra decía que el Gobierno nacional debe $100.000 millones a las universidades antioqueñas por la política de gratuidad, luego de la respuesta del ministro de Educación con varios datos con los que desmintió esa afirmación, y de que el presidente la acusara de volver “a calumniar al gobierno, en la construcción de la burbuja desinformativa y embrutecedora en que intentan envolver a Antioquia”, Sierra eliminó el post y, sin reconocer su error, publicó otro en el que señaló que los pagos se habían hecho con retrasos. 

Más adelante, el presidente habló sobre la reforma laboral recién aprobada en el Congreso y acudió al ejemplo de los medios, que ya para ese momento se había convertido en uno de los énfasis de su discurso: “Esta ley debe ser aplicada en toda empresa pública o privada de Colombia, empezando por los medios de comunicación que tratan a reporteros y reporteras como si fueran esclavos, y les obligan a decir lo que quiere el dueño del medio, él sí muy rico, que ni siquiera vive en el país”.

La tercera mención específica a El Colombiano fue un inciso muy corto cuando hablaba de minería. Petro dijo que había estado en Santa Fe de Antioquia, “donde el campesinado no quiere” que la vocación minera de Buriticá se extienda a ese municipio “de abolengos liberales, la ciudad, pero allá nació El Colombiano”. En la cuarta ya hablaba de paz urbana y dijo, como si estuviera atento a las publicaciones que ya varios medios habían hecho sobre el evento: “Ya El Colombiano tituló: ‘El presidente llevó a los jefes de bandas a la tribuna’. A los jefes de bandas que quieren dejar la violencia. Porque aquí hay una élite política y económica que quiere ver muertos a los hijos del campesinado, de los trabajadores, de la mujer popular”.

Con ese comentario terminaron las menciones del presidente a ese periódico al que recientemente ha convertido en el principal destinatario de sus críticas en la disputa, mucho más amplia, que sostiene con el periodismo y, sobre todo, con los medios masivos. Este domingo, El Colombiano publicó en su sitio web una nota que tituló “Los 8 ataques de Petro a Medellín y Antioquia en su polémico discurso de la ‘paz urbana’”, también le dedicó la portada de su edición impresa a ese evento; en realidad, a la reacción del alcalde Gutiérrez a la presencia de los jefes de “La Oficina: “Petro con capos en tarima: ‘Nos pone la lápida’, Fico”. 

Compartir