La ejecución extrajudicial que se camufló entre un partido de Colombia y la reelección de Santos

Por Juan David López Morales

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21 de julio de 2021

El día del debut de la Selección en Brasil 2014 el Ejército mató, en límites entre Peque e Ituango, a un campesino al que el propio presidente de la época presentó como alias Román Ruiz, comandante del frente 18 de las Farc. Luego las autoridades corrigieron y aseguraron que era su jefe de seguridad. El Armadillo reconstruyó el caso y encontró testimonios inéditos que contradicen esa versión.

Por Juan David López Morales


Fotografía de uno de los últimos cumpleaños que Óscar Posada (hijo) pasó junto a su padre, Óscar Darío Posada (derecha). En la mitad, Joaquín, el menor de los hermanos. Cortesía.

El 14 de junio del 2014 Colombia fue un amasijo de pasiones. En la mañana, la Selección puso fin a 16 años de ausencia en los mundiales con un triunfo ante Grecia. Pitazo final y la atención se volcó de nuevo a la segunda vuelta presidencial del día siguiente con Juan Manuel Santos y Óscar Iván Zuluaga como únicas opciones en el tarjetón. En medio de tanto fútbol y tanta política, una noticia emergió de las montañas del noroccidente de Antioquia la tarde de ese sábado: alias Román Ruiz había sido “dado de baja”.

El Ministerio de Defensa lo anunció a la 1:15 de la tarde en Twitter.

 Dos trinos más ampliaron la noticia. El primero explicó que en una operación conjunta fue “neutralizado” Alfredo Machado Alarcón, nombre de pila del guerrillero. En el último, a la 1:23, otro mensaje con redacción telegráfica informó de la importancia estratégica del golpe: “Alias #RománRuiz era cabecilla #BloqueNoroccidental, integrante #EstadoMayorCentral #Farc coordinador estrategia militar al norte del país”.

Pasadas las 3:00 de la tarde —17 horas antes de la apertura de las urnas— Santos felicitó a las Fuerzas Armadas “por la baja de Román Ruiz cabecilla miembro del estado mayor de Farc. La ofensiva persiste!” [sic]. Pero el cuerpo que a esa hora era inspeccionado por un médico legista en una base militar de Rionegro no correspondía al del jefe guerrillero. Según varias pruebas y versiones consultadas por El Armadillo, ni siquiera era un integrante de las Farc. Era Óscar Darío Posada López, un campesino de 42 años asesinado por el Ejército en un operativo que no ha sido esclarecido por el sistema judicial.

Madrugada en el Paramillo


“Eso fue un sábado. Yo me acuerdo todavía”. Joaquín Posada tenía 14 años. Vivía con su padre, Óscar Darío, en la vereda La Vega del Inglés, de Peque. Se levantó temprano, a las 4:00 de la mañana. Hacía frío, como casi siempre en las cordilleras casi verticales que rodean el cerro Paramillo arriba de los dos mil metros sobre el nivel del mar. 

Joaquín recuerda que estaba en vacaciones y en la casa tenían visita: su padrino de confirmación y los hijos. Otro familiar llegaría más tarde, por eso Óscar Darío le pidió que fuera hasta la carretera a esperarlo. Se alistó e hizo lo mismo con “las bestias”. Eran casi las 8:00 de la mañana cuando salió. “Yo me fui y él quedó en la casa”, cuenta el joven, ahora de 20 años. 

Óscar, hermano mayor de Joaquín, ya era “un hombrecito”. Tenía 19 años. Hoy, con 25, cuenta que su papá dijo que iba a ver el partido “ahí en el caserío de La Vega”, donde un vecino llamado Ángel Miro Mazo. Antes de salir, Óscar Darío le preguntó a su hijo cuántas de las mulas estaban descansadas. “La única era la mía, entonces me dijo que se la prestara”, cuenta.

A esa mula la encontraron horas después, según se lee en la sentencia de segunda instancia del 11 de septiembre de 2020 en la que el Tribunal Administrativo de Antioquia le negó reparación a la familia Posada por el crimen de Óscar Darío. “La mula estaba con todo y silla deambulando por los potreros de la finca del señor Ángel Miro”, dice Óscar. Cerca del animal, en el suelo y manchado de sangre, encontraron un poncho que usaba su padre. 

¿Un error convertido en un falso positivo?


Fecha y hora oficial del informe de necropsia: 14 de junio, 1:18 de la tarde. Los peritos “fueron llamados para realizar levantamiento del cadáver no identificado que al parecer corresponde al alias ‘Román Ruiz’ o ‘Alfredo Alarcón Machado’ hallado en helipuerto de la Fuerza Aérea Colombiana, ubicada en el municipio de Rionegro”, reseña el documento de Medicina Legal.



El médico forense concluyó que el desconocido murió por “choque neurogénico”, es decir, por la forma como el proyectil le impactó la médula y el cerebelo al atravesar su cuello, lo que dañó gravemente su sistema nervioso. “Ante la presencia de prendas de vestir no es posible definir si las heridas por proyectil de arma de fuego fueron a corta distancia”, añadió. El forense también halló laceraciones y fracturas en algunas vértebras por la onda explosiva y heridas en los muslos y glúteos del hombre.

Otro informe de Medicina Legal, del día siguiente a las 10:18 de la mañana, oficializó la identidad luego de cotejar sus huellas. Concluyó que se trataba de Óscar Darío Posada López, nacido el 27 de abril de 1972 en Tierralta, Córdoba. Era el hijo de Gabriel Ángel Posada Arango y María Irene López de Posada; padre de tres hijos y una hija; y hermano de cuatro hombres y siete mujeres.

Horas antes, el director de la Policía, general Rodolfo Palomino, rectificó: el muerto no era el jefe guerrillero Román Ruiz y por eso se excusó por transmitir información errónea al ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, y al presidente Santos. Pero la rectificación cargaba una acusación: Óscar Darío Posada era, según Palomino, alias Óscar Pino, “jefe de seguridad del cabecilla”.

Entretanto, en la vereda aún no sabían qué había pasado. Cuatro personas no aparecían, entre esas Óscar Darío. Aunque escucharon que ese día mataron a Román Ruiz, la rectificación tardó más en llegar. Joaquín recuerda que lo vio en Teleantioquia en una emisión del 15 de junio. El canal reprodujo la versión del ministro Pinzón: la víctima del operativo era “alias Óscar Pino”, supuesto “jefe de seguridad” de Román Ruiz.

Óscar también recuerda cómo en las noticias decían que su papá era jefe de seguridad de Román Ruiz, pero no entendía por qué. El 16 de junio su abuela María Irene, madre de Óscar Darío, reclamó el cadáver en Medicina Legal. 

Operación Jerónimo


A las 10:35 de la mañana del 14 de junio, el Batallón de Operaciones Especiales No. 2 puso en marcha desde Rionegro la orden 020, que llamaron Jerónimo. Consistía en el allanamiento a una vivienda y posterior asalto aéreo “con el fin de neutralizar el accionar de las Farc y recuperar el objetivo” que se identificó con el nombre en clave Misterio, se lee en la sentencia de 2020. Misterio era Román Ruiz.

11:06 de la mañana: gol de Colombia. Pablo Armero abre el marcador contra Grecia.

Según las denuncias que hicieron ante la Personería de Peque Ángel Miro Mazo y su yerno, Manuel José Arboleda, los policías que allanaron la vivienda de Mazo en la vereda La Armenia, dispararon, mataron a una perra de la finca y se llevaron pertenencias de la familia. Preguntaron por la guerrilla, pero no encontraron nada. Entonces, capturaron a los dos hombres y a una menor de edad. Después, se escucharon varios disparos.

El cabo tercero Alexánder Anaya Cárdenas describió que desembarcó en las coordenadas indicadas a las 11:25 y comenzó “movimiento y registro” junto al soldado profesional José Wilder Zapata Díaz. Se acercaron a la quebrada y se tendieron en el suelo “porque en la parte alta se escuchaban demasiados disparos”, dijo Anaya. De acuerdo con su relato el agua se enturbió, “un indicio de que algo se encontraba moviéndose dentro de la quebrada”. Entonces, a 25 metros, vio a dos sujetos que bajaban. “¡Somos el Ejército de Colombia!”, dijo haberles gritado. Eran las 11:48. 

12:17 de la tarde: gol de Colombia. Teófilo Gutiérrez anota el segundo ante Grecia.

“El sujeto que venía adelante tenía un arma larga, la cual accionó hacia el sector donde nos encontrábamos, haciendo caso omiso a la voz de alto. De forma inmediata reaccionamos con nuestras armas de dotación […], dando como resultado la neutralización del segundo bandido”, continúa el relato en la sentencia. Aunque varios de los testimonios de uniformados señalan que al llegar a la zona lo primero que hicieron fue asegurarla, tanto el cabo Anaya como el soldado Zapata dijeron que el “bandido armado” huyó. 

Según un radiograma firmado por el comandante del batallón a cargo, teniente coronel Javier Hernando Africano López, en desarrollo de la operación no solo “se dio de baja a un individuo”, sino que a este se le encontró un fusil calibre 5-56. Los informes de operación indican que el hombre “neutralizado” presentaba “unas características parecidas” a las de Román Ruiz, que se ordenó asegurar el perímetro y esperar a la Policía Judicial que llegó a las 12:40, casi una hora después.

12:50 de la tarde: gol de Colombia. James Rodríguez anota el tercero.

A la 1:40 de la tarde, los militares regresaron hacia Rionegro con los tres capturados —que quedaron en libertad al final del día—, el cadáver y la evidencia.

El guerrillero y el campesino


El hijo mayor de Óscar Darío Posada López, el que le heredó el nombre, lo recuerda como “un señor de más o menos 1,70 metros de estatura, gordo y barbado”, que era “de las personas buena gente, le gustaba ayudar a todo el mundo”. Su hermano Joaquín le suma que Óscar Darío “era muy callado”, tranquilo y respetuoso.

Él y Román Ruiz tenían contexturas similares: eran señores gordos y de bigote. El jefe guerrillero también “era una persona muy callada”, según le dijo en 2015 una desmovilizada del frente 18 a El Colombiano. Ambos se movieron a lo largo del Nudo de Paramillo, desde el Norte de Antioquia hasta el sur de Córdoba, donde mandaba el frente que comandó Ruiz.

Cuando a Román Ruiz lo mató —de verdad— el Ejército, el 26 de mayo del 2015, los titulares de prensa lo calificaron como un “histórico” de las Farc. Nació en Florencia, Caquetá, ingresó a los 17 años a la guerrilla y llegó a estar frente al poderoso bloque Noroccidental. Es por esto que, aún con un proceso de paz en marcha, el Estado ofrecía hasta $1.250 millones de recompensa para dar con el paradero de Ruiz.

Alfredo Alarcón, alias ‘Román Ruiz’ (izquierda) y Óscar Darío Posada (derecha).

Como suele suceder con los hombres de la guerra, sobre él hay versiones contradictorias, desde aquellas que lo acusan de macabros hechos violentos como la siembra de minas antipersonal en Ituango, hasta aquellas que lo destacan como “cercano a los campesinos” y “sensible”, según le dijo a El Armadillo un excombatiente del frente 18.

Sobre la vida de Óscar Darío también se cruzan versiones. Una vez fue identificado, las autoridades le asignaron el alias de Óscar Pino y el prontuario de un guerrillero. Para el Estado colombiano se trataba de un blanco legítimo, pero para su familia y sus vecinos, fue toda la vida un agricultor y ganadero que nunca portó armas.

Varios vecinos hablaron sobre Óscar Darío en el proceso administrativo. Que sembraba caña y transportaba mulas y ganado, dijo uno. Que lo conocía hace 16 años, al igual que a dos de sus hijos, que nunca lo vio armado ni uniformado y que “tenía muy buena relación con sus vecinos”, afirmó otro. Que tenía “buena reputación en su comunidad”, agregó uno más. Que hacía siete años que lo conocía porque trabajaron juntos en la molienda, añadió otro. Que trabajó con él en una finca en la vereda El Quindío, dijo otra vecina.

Un informe de inteligencia de la Policía del 10 de junio de 2014 reseñó la estructura cercana de Román Ruiz. En el listado de alias aparecen Feliener o La Flaca, Chicote, Esteban o Pinche, Pedro, Yenny, Milena o La Chata, Steven o Manduco y Maturana o Arturo, este último, “escolta personal” de Ruiz. Ninguno corresponde a Óscar Darío Posada López ni a su supuesto alias.

De hecho, el certificado de antecedentes de la Policía evidencia que Óscar Darío no tenía requerimiento de ninguna autoridad. Eso, a pesar de que  según un informe de inteligencia de 2011, varios desmovilizados decían que “hacía parte del frente 18 de las Farc”.

Tres personas consultadas para este artículo en momentos distintos coincidieron en explicar que Óscar Pino no era un alias, sino un apodo. Óscar trabajó varios años en la finca El Hoyo, en Ituango, que estaba rodeada de pinos. Sus vecinos lo distinguían por ser el de la finca de los pinos: Óscar Pino.

El proceso


Liliana Petro, una de las abogadas de la firma Grupo Jurídico de Antioquia, que acompaña las denuncias de la familia de Óscar Darío, explica que en Colombia ya agotaron casi todas las instancias a las que podían acudir para hallar justicia.

La investigación penal contra el cabo tercero Anaya y el soldado profesional Zapata llegó al Juzgado 75 de Instrucción Penal Militar por remisión de la Fiscalía 26 de la Dirección Especializada de Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario. En la jurisdicción militar se recogieron sus testimonios, así como los informes de inteligencia que sustentaron la operación Jerónimo y las versiones de otros militares y policías que participaron. También se reseñó el informe pericial que concluyó que Óscar Darío Posada López no disparó ninguna arma de fuego.

Ese proceso terminó archivado en la Justicia Penal Militar. Los mismos elementos probatorios fueron considerados en la demanda administrativa con la cual la familia buscaba reparación directa. El 23 de mayo de 2018, el Juzgado Primero Administrativo de Medellín negó las pretensiones en primera instancia. En segunda instancia, la magistrada Susana Nelly Acosta Prada, del Tribunal Administrativo de Antioquia, ratificó la decisión.

Según ese fallo, “no existen indicios suficientes para concluir con certeza que la muerte del señor Posada López fue producto de un homicidio en persona protegida”, nombre técnico de las ejecuciones extrajudiciales o falsos positivos. El tribunal consideró que las declaraciones de los uniformados eran “coherentes entre sí y no se vislumbra en ellas ningún ánimo de ocultar o distorsionar la realidad de los hechos” y desestimó algunas inconsistencias sobre cómo iba vestido Óscar Darío. Eso sí, todos describieron indumentarias civiles.

La abogada cree que la coherencia en los testimonios de los soldados y policías se debe a un “montaje”. También señala que el fusil hallado cerca del cuerpo pertenecía al Ejército, como lo demuestra un oficio reservado adjunto al expediente; que en el informe forense se registra un carné de la central ganadera de Ituango y que en los testimonios de vecinos quedó claro que Óscar Darío tenía arraigo en la región. Además, no se explica por qué la jueza valoró como un asunto menor las inconsistencias de los militares sobre la vestimenta, pero sí consideró relevante que algunos vecinos no supieran cuántos hijos tenía o cuál era su estado civil.

Para la magistrada, las declaraciones de los vecinos no fueron prueba suficiente de que Óscar Darío Posada tuviera arraigo como campesino. Ellos, en cambio, lo reconocían como parte activa de la comunidad. Foto: cortesía.

Otros conceptos coinciden con la posición de los abogados. Uno de los magistrados del Tribunal, Jorge León Arango Franco, emitió un salvamento de voto en el que se apartó de la decisión de sus compañeros. Cuestionó el análisis de la magistrada ponente por considerar que la conclusión no es coherente con lo que las pruebas indican. Dijo que no podía pasar por alto las inconsistencias de los militares sobre la ropa de la víctima ni que la cadena de custodia de la evidencia se afectó porque el levantamiento del cadáver no se hizo en el lugar de los hechos. El magistrado también señaló que en la misma sentencia queda claro que no se probó que Óscar Darío hubiera participado en el supuesto enfrentamiento, en cambio, sí se probó que no accionó ningún arma. 

El procurador Carlos Mauricio García Casas se pronunció en un sentido similar. Resaltó que, para el Consejo de Estado, en estos casos la carga de la prueba se debe repartir de forma distinta, pues el Estado tiene más capacidad de demostrar lo sucedido que las familias de las víctimas, lo que deja a estas en desventaja en los procesos. También se refirió a inconsistencias entre los elementos supuestamente hallados junto al cuerpo, los registros fotográficos y las anotaciones en la necropsia oficial. Por eso solicitó al tribunal revocar la sentencia de primera instancia y acceder a la demanda de la familia, pero la jueza decidió lo contrario.

“Era natural que fueran amigos”


El Armadillo buscó testimonios que no habría sido posible incluir en el proceso, porque este se desarrolló antes de la firma del acuerdo de paz. Dos excombatientes del frente 18 de las Farc, hoy en reincorporación, contaron una versión que ni la justicia ni los demandantes contemplaron sobre los hechos del 14 de junio del 2014 en la vereda La Armenia.

Uno de ellos, que estuvo más de 30 años en las filas guerrilleras, cuenta que conoció a Óscar Darío y a su familia a inicios de los 90 en Tierralta, Córdoba. Se lo encontró de nuevo a principios de los 2000, cuando ya vivía en Ituango y trabajaba en la finca “El Hueco o El Hoyo, algo así”, en referencia al lugar que le valió el apodo de Óscar Pino.

“Éramos amigos. Usted sabe cómo es con los campesinos que son bien. Él no pertenecía a la organización, ni siquiera a las milicias, solo era simpatizante como cualquier campesino conocido de la zona”, señaló el excombatiente. Incluso, aseguró que Óscar Darío “era muy allegado al camarada Román [Ruiz]’” y que el 14 de junio se iban a reunir a ver el partido.

Sobre ese día, dice que él no estaba en la zona, pero que luego el mismo Román Ruiz le contó lo que sucedió: “Román bajó a esa casa [la de Ángel Miro Mazo] para ver el partido y Óscar subió. Pero el camarada era muy piloso, muy desconfiado, y sintió que pasó una exploradora, un avión militar de inteligencia. Sintió que eso estaba muy maluco ahí y cuando intentó salir, llegaron los helicópteros y tiraron Ejército a tierra”.

También contó que, según la historia de Román Ruiz, es “carreta” que le hayan disparado al Ejército, y que el comandante del frente 18 solo iba con su pareja, La Flaca, aunque había otros hombres de las Farc cerca de la vereda. “Los únicos armados eran Román y la mujer, lo demás es manipulación”, aseguró el exguerrillero. Ruiz también le dijo a este excombatiente, antes de que lo mataran: “Yo la vida se la debo a Óscar”, pues mientras él y su pareja se escondían en un caño, “los manes [Ejército] se encarnizaron con Pino, que era de la misma contextura. Seguramente pensaron que era él”. Si los militares “no matan a Óscar, probablemente cogen a Román ese día”, concluyó.

Otro excombatiente que también militó en el frente 18 hasta llegar a posiciones de poder, dijo: “A Óscar lo conocí muy poco, pero sí estaba el día de su muerte a unos 40 minutos del sitio exacto, porque Román me había citado a una reunión después del partido”. Coincidió en que su comandante era amigo de Óscar Darío. En una narración más escueta, señaló que el mismo Román Ruiz le contó “que lo habían cercado y el señor [Óscar] salió por una parte donde lo capturó el Ejército y lo mató”. 

Preguntado por El Armadillo sobre si sabía cómo Ruiz y Óscar se hicieron amigos, respondió: “Si él vivía en el área del frente, era natural que fueran amigos. Fueron muchos los amigos”. y agregó que a su comandante “le dolió mucho” que hubieran asesinado a Óscar Darío.

Por el control de las Farc sobre la región, Ituango fue estigmatizado por décadas como un pueblo “rojo”, señalamiento que tuvo entre sus consecuencias más graves las masacres paramilitares de La Granja (1996) y El Aro (1997). La historia de Óscar Darío da cuenta de la situación en la que quedaban los campesinos en zonas donde el Estado apenas llegaba y las armas de los grupos guerrilleros imponían su ley. Por eso, es difícil discernir entre la “amistad” de la que hablan los excombatientes y la coacción permanente de los fusiles.

Los hijos de Óscar Darío, mucho más jóvenes para el 2014, no saben mucho de esta versión. Óscar dijo: “Vea, lo legal de las cosas es que ellos [las Farc] conocidos no eran. Usted se los encontraba, los saludaba y seguía su camino. Era una relación tranquila”. Él mismo no conoció a Román Ruiz: “Lo escuché mentar y lo vi por fotos, pero no sé qué relación sostenía él con mi papá”.

Su hermano Joaquín coincide. “La relación con ellos era lo preciso. Uno sabía las leyes de ellos y se sometía, como no salir tarde. Si uno cumplía, ellos con el trabajo de uno no se metían”, dice el menor de los hermanos Posada. Mientras vivió en la vereda sí los vio mucho, porque “eso era territorio de ellos”. A algunos los conoció porque, además, varios de los guerrilleros eran hermanos o hijos de las familias campesinas. Como su hermano, dice que nunca conoció si hubo una relación personal entre su papá y Román Ruiz.

Sobre las versiones de los excombatientes, la abogada del Grupo Jurídico de Antioquia considera que no contradicen, sino que amplían los hechos que conocían como representantes de las víctimas, “ratificando y reforzando nuestra posición de que el señor Óscar Darío Posada López era un campesino con arraigo en la zona”, ajeno a las filas de las Farc y, por lo tanto, “una persona protegida por el Derecho Internacional Humanitario”. 

Último recurso


Frente a la sentencia del Tribunal Administrativo de Antioquia, los abogados presentaron una acción de tutela que perdieron. Luego, impugnaron esa decisión. Ese es el último recurso que queda en Colombia para que la justicia esclarezca lo que sucedió en la mañana fría de ese sábado entre las montañas empinadas de Peque e Ituango. De lo contrario, el equipo jurídico contempla llevar el caso a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

Óscar dice que buscan “que se haga justicia y al menos el Gobierno responda por algo que hicieron mal hecho, porque confundir a una persona que no tenía nada que ver con un jefe de un grupo armado, eso ya es otra cosa”. Joaquín lo complementa: “El Estado nunca quiere perder, así ellos tengan la culpa, nunca lo van a decir”. 

Aunque El Armadillo quiso hablar con María Irene, madre de Óscar Darío, Joaquín dice que a ella, su abuela, todavía le cuesta mucho esta historia: “Uno no se la puede mentar porque llora, no se le puede hablar nada del asunto porque otra vez se conmueve”.

El expresidente Santos —cuyo trino sobre el falso Román Ruiz sigue publicado— asistió el 11 de junio de este año a la Comisión de la Verdad para presentar su versión sobre las ejecuciones extrajudiciales o falsos positivos. 

Allí, en un acto de perdón con las madres de las personas asesinadas por el Ejército y presentadas como guerrilleros dados de baja en combate, dijo:

“Cambiar la cultura y el accionar de cualquier institución toma tiempo, es difícil, sobre todo cuando se trata de instituciones tan conservadoras como las Fuerzas Armadas […] Eso nunca ha debido pasar. Lo reconozco y les pido perdón a todas las madres y a todas sus familias víctimas de este horror, desde lo más profundo de mi alma”. 

Pero su versión se limitó a lo que conoció como ministro de Defensa. Durante las dos horas y 27 minutos de su intervención no mencionó las ejecuciones extrajudiciales ocurridas durante su gobierno.

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