El “choque de trenes” o una expresión en inminente descarrilamiento

Por El Armadillo

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5 de octubre de 2022

Cuando dos poderes del Estado tienen opiniones contrapuestas los medios suelen titular con la expresión “choque de trenes”. Sin embargo, ese lugar común hace referencia a un fenómeno más específico y menos sensacionalista en el que no existen las colisiones de las que pretenden informar.


Es cuando menos curioso que exista la expresión “choque de trenes” en un país en el que escasean los ferrocarriles, donde languidecen unos pocos con motores del siglo pasado y donde nunca se consolidó una red ferroviaria nacional. También es quizás una fortuna que esa expresión no sea literal, pues una colisión entre estos vehículos suele ser trágica y dejar decenas de personas muertas y heridas.

En Colombia, en síntesis, el choque de trenes hace referencia al enfrentamiento público (y mediático) entre dos altas cortes cuando el fallo de una, casi siempre la Corte Constitucional, contradice lo expuesto por otra en una sentencia judicial. O bueno, al menos ese parece ser el sentido original del término.

Tal vez su connotación hacia lo sensacional hizo atractiva esta expresión para el uso periodístico, y a lo largo de 30 años —pues todo indica que se comenzó a usar a partir de la Constitución de 1991— se trasladó a titulares fuera de la política y lo judicial, por ejemplo en las secciones de deportes y entretenimiento. Un choque de trenes entonces es que el director de cine James Cameron se enfrentó a Fox por la duración de Avatar; un choque de trenes es un partido entre el Inter de Milán y el Bayern Múnich por la Champions League; un choque de trenes es la discusión por el uso de un estadio entre fans de Harry Styles e hinchas de fútbol.

Un origen confuso, pero más periodístico que jurídico

Un rastreo de prensa muestra que el término ha sido acuñado en algunos países latinoamericanos como Chile, República Dominicana o Ecuador. No en todos los casos hace referencia a un enfrentamiento entre dos instancias judiciales; a veces alude a la disputa por una decisión entre diferentes entidades estatales e incluso entre instituciones públicas y organizaciones sociales.  

En el caso colombiano, Alejandro Gómez Velásquez, abogado constitucionalista y profesor de la Escuela de Derecho de EAFIT, señala que “choque de trenes” comenzó a usarse desde la promulgación de la Constitución de 1991 como una forma coloquial de los medios de comunicación para nombrar los conflictos entre las ramas del poder público, e incluso entre órganos de la misma rama por competencias sobre un mismo asunto. Sobre todo, anota, es un término que puede darse en países en los que haya división de tribunales en la rama judicial, como en Colombia.

En su tesis de maestría, el abogado Julián David Agudelo Osorio anota que la expresión tiene un uso impreciso cuando alude al enfrentamiento entre el presidente de la República y magistrados de las altas cortes; es decir, cuando se trata de dos ramas distintas del poder público. Y aquí un paréntesis para hacer referencia a este tipo de episodios, que con el expresidente Álvaro Uribe Vélez fueron mediáticos en su momento.

El primer caso fue en 2008, cuando aún siendo presidente de la República Uribe denunció penalmente por injuria y calumnia a César Julio Valencia Copete, entonces presidente de la Corte Suprema de Justicia, pues en 2007 el exmagistrado en entrevista con El Espectador afirmó que Uribe lo llamó para averiguar por su primo, Mario Uribe, que aparecía en expedientes relacionados con la parapolítica. Los medios de comunicación cubrieron este enfrentamiento usando la expresión “choque de trenes”. 

Otro episodio de Uribe versus las cortes calificado como “choque de trenes” fue cuando acusó al otrora magistrado auxiliar de la Corte Suprema de Justicia y ahora ministro de Defensa, Iván Velásquez, de ofrecer dinero a exparamilitares para que declararan en su contra, según un testimonio de alias ‘Tasmania’. Velásquez se ratificó en su posición y la corte manifestó que se trataba de una clara presión a la justicia. Uribe, en abril de 2008, incluso afirmó que renunciaría si se demostraba que ejercía presiones a la justicia.

Volviendo a lo escrito por Agudelo Osorio, en su concepto el “choque de trenes” no es el enfrentamiento entre dos ramas del poder público sino los conflictos institucionales que se dan cuando cuando la Corte Constitucional estudia tutelas contra sentencias de la Corte Suprema de Justicia o el Consejo de Estado que pueden haber violado derechos fundamentales.

Ramiro Pazos, exmagistrado del Consejo de Estado, coincide con esta delimitación para el uso del término y añade que con la entrada en funcionamiento de la Jurisdicción Especial para la Paz en los últimos años, este tribunal podría entrar en la dinámica de esas divergencias judiciales. Aún así, precisa que el “choque de trenes” no es tan frecuente como en la década de los 90, cuando la Constitución llevaba poco tiempo de ser promulgada. 

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“En los últimos años se han tutelado muchas decisiones en diversas materias, y claro que hay inconformidad en las altas cortes, pero se maneja de manera más diplomática y si es el caso se vuelve a dictar la sentencia como lo indica la Corte Constitucional”, explica Pazos.

El exmagistrado agrega que la expresión, en todo caso, debió tener un origen periodístico y no en los pasillos de la rama judicial. Ahora el término es conocido y se usa en charlas informales entre los funcionarios del Palacio de Justicia, pero es un rótulo que parece haber surgido en la prensa, la radio y la televisión.

De hecho el primer “choque de trenes” que resonó en Colombia, que El Tiempo cubrió como si se tratara de una pelea de boxeo, fue cuando la Corte Constitucional seleccionó una tutela contra una sentencia de la Corte Suprema de Justicia. Esta última negó, en 1992, la casación (en la práctica, ratificó la condena) contra dos personas por el delito de estafa agravada en documento público. 


La Corte Suprema rechazó en un comunicado que la Corte Constitucional estudiara esa tutela por violar el principio de “cosa juzgada”. Ese caso motivó la Sentencia T-006/92, con la que el tribunal constitucional estableció que es instancia de cierre en asuntos constitucionales y que no puede cuestionarse su competencia para valorar situaciones en que se puedan violar derechos fundamentales, aun cuando ya existan sentencias de otros altos tribunales. 

No es decir por decir

Casos documentados en los que los medios hayan calificado como “choque de trenes” a las divergencias judiciales, hay por montones. La revista Ámbito Jurídico ha recopilado algunos para tratar de explicar este fenómeno cuando ocurre entre la Corte Constitucional y el Consejo de Estado.

Por ejemplo, a raíz de la condena contra el exministro Andrés Felipe Arias, la Corte Constitucional ordenó a la Corte Suprema de Justicia resolver la solicitud de impugnación de la pena de 17 años de prisión, restaurando su derecho a una segunda instancia. Eso propició el pronunciamiento de este último tribunal afirmando que “acata, pero no comparte” el fallo y endilgando a la Corte Constitucional la responsabilidad de las consecuencias de esta decisión para el Estado de derecho.

El exmagistrado Pazos ratifica que por más de que se posicionen estas noticias en medios como un “choque de trenes”, es la Corte Constitucional el órgano de cierre que tiene la última palabra en materia de derechos fundamentales. “La Corte puede revisar, hacer modificaciones, incluso admitir equivocaciones (pero eso no ha sucedido hasta ahora en Colombia), o mantenerse firme”. Por su parte, el abogado Gómez Velásquez dice que aunque esas discrepancias judiciales resulten raras o altisonantes, y que sean un fenómeno propio para cubrirlo, hacen parte del normal desarrollo de las instituciones, pues con la división de poderes se creó un sistema de frenos y contrapesos para que entre los diferentes órganos hubiese vigilancia y control.

Aunque no hay un manual, Pazos dice que la expresión no debería usarse a la ligera porque no cualquier conflicto encaja dentro del término “choque de trenes”, sino solo cuando son dos órganos de igual jerarquía, no dispares. Es decir, no procede cuando es una diferencia entre un juzgado y un tribunal superior, o entre este último y una alta corte, porque en este caso se trataría simplemente del debido proceso judicial: una instancia superior corrigiendo un fallo.

Entonces no había un choque de trenes cuando en 2020 el entonces analista y hoy senador Ariel Ávila hablaba de una discrepancia entre la Alcaldía de Bogotá y el Gobierno Nacional por medidas tomadas debido a la pandemia de la covid-19; quizás una divergencia entre la Personería de Bogotá y el gobierno distrital no fue precisamente un choque de trenes; quizás tampoco choque de trenes cuando el alcalde Daniel Quintero discutió con el Invima por los ventiladores mecánicos para Medellín.

En el periódico El Colombiano uno de los periodistas mencionó que en el proceso de revisión de algunas notas se han cambiado titulares cuando se evidencia un uso inadecuado de la expresión. Por ejemplo, a principios de septiembre una noticia hablaba de “choque de trenes” por un fallo del Consejo de Estado que revocó la decisión de un tribunal por falta de competencias, y decidió devolver el expediente a un juzgado. El artículo, que hace referencia al proceso de revocatoria contra el alcalde Daniel Quintero, fue corregido en su titular antes de ser publicado, pero dentro del texto aún se califica el hecho como “un auténtico choque de trenes”. 

Gómez Velásquez concluye que en últimas los medios de comunicación usan la expresión para evidenciar posiciones encontradas, casi sin distinción, y en todo caso es muy propio de Colombia. En países vecinos con igual división en la rama judicial no se abusa de la metáfora con tanto afán, con tanta nostalgia por esas realidades que no se tienen (los trenes). Se ha vuelto un cliché periodístico. Podríamos preguntarnos, a la hora de titular y escribir, si la expresión cabe en el molde o está pesando más el facilismo mediático.

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