Provida: cuando los medios legitiman una causa con el nombre que le conviene

Por El Armadillo

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25 de agosto de 2023

La palabra “provida” es corta y efectiva. Ahorra caracteres en textos y titulares y, al mismo tiempo, parece comunicar claramente lo que quiere decir porque ya está instalada en el debate público. Quizás por eso aparece con tanta frecuencia en los medios de comunicación cuando se avivan las discusiones alrededor del aborto, pero su uso no es inofensivo y termina por legitimar una de las posturas en ese debate.

Con los movimientos pacifistas y contraculturales en Estados Unidos, el mayo francés en Europa y las movilizaciones estudiantiles en América Latina, los años 60 rompieron la inercia moral de los valores tradicionales del siglo XX. En 1968 y con menos resonancia mediática que los asesinatos de Martin Luther King o Ernesto ‘El Che’ Guevara, la primera Conferencia Internacional por los Derechos Humanos celebrada en Teherán (Irán) proclamó que los padres “tienen el derecho humano fundamental de determinar libremente el número de sus hijos y los intervalos entre los nacimientos”.

Cinco años después, de nuevo en Estados Unidos, la Corte Suprema de ese país falló el histórico caso Roe vs. Wade y despenalizó el aborto, un hito no solo para quienes defienden ese derecho a elegir que se proclamó en Teherán, sino también para quienes lo confrontan. Tanto que esa sentencia suele ubicarse como uno de los detonantes de la aparición y crecimiento del movimiento ‘Pro-Life’.

A inicios de agosto de 2023, varios medios de comunicación en Colombia usaron ese mismo término (en español, por supuesto) para nombrar a cerca de 30 congresistas que radicaron un proyecto para que la Constitución establezca que la vida empieza en la concepción y, en consecuencia, prohibir el aborto. Esto, como reacción a que en 2022 la Corte Constitucional despenalizó y ratificó el reconocimiento del derecho de las mujeres a interrumpir embarazos no deseados.

“Bancada provida radicó reforma constitucional para prohibir el aborto en Colombia”, tituló entonces El Espectador en un artículo que cita a los congresistas conservadores Mauricio Giraldo y Luis Miguel López, ambos integrantes de la congregación católica laica Lazos de Amor Mariano. 

Caracol Radio también dio la noticia, pero con un par de variaciones: tituló “Congresistas ‘provida’ insisten con proyecto para prohibir el aborto en Colombia”, con las comillas, y en el cuerpo del texto puntualizó que se refería a “la denominada bancada provida”. 

El  mismo recurso de las comillas en el titular y en el texto la expresión “personas que se autodenominan provida”, fueron utilizados por Semana cuando, en abril de 2023, informó de la entrega de firmas de esos congresistas a la Registraduría para promover un referendo contra el aborto.

Y a principios de agosto, cuando en El Armadillo editamos la historia sobre el partido que avaló la candidatura de Julián Bedoya a la Gobernación de Antioquia, decidimos usar también las comillas para contar que se trata de una agrupación política “provida” y encomendada a Jehová.  

Pero, ¿por qué podría resultar problemático llamar ‘provida’ a los autodenominados grupos provida? Para Laura Castro, coordinadora de la Mesa por la Vida y la Salud de las Mujeres, esta palabra “funciona como un atajo cognitivo que es muy útil” porque simplifica y reduce la realidad: “Es fácil que sea comprado por la opinión pública, por el electorado, por los periodistas y por cualquier interlocutor”.

La preposición “pro” indica estar en favor de algo. Por lo tanto, agrega Castro, reivindicarse como en favor de la vida “cobija la pretensión de ser un proyecto político loable y digno”. Además, moviliza una fuerza emocional y simbólica que busca generar empatía y que, al mismo tiempo, crea un lugar de enunciación: “Cuando tú enuncias algo tienes un poder performativo: estás creando una realidad y poniendo al otro en un lugar”, explica. Ese otro lugar es el de quienes defienden el derecho al aborto y ese “poder perfomartivo” es reproducido por los medios cuando replican el nombre.

Sandra Mazo, directora de Católicas por el Derecho a Decidir, plantea en la misma línea que nombrar a estos movimientos como provida “es darles legitimidad y ahondar en esa polarización: si hay ‘provida’, entonces debe haber ‘promuerte’, y nos ponen en un debate que es muy nocivo para la democracia”. 

Ella, que dirige una de las organizaciones que a través del movimiento Causa Justa lograron la despenalización del aborto en Colombia, agrega: “Los movimientos que defendemos la autonomía nunca nos llamaremos promuerte, somos pro derecho a decidir, somos defensoras de la vida, la salud y los derechos de las mujeres”.

Más que lo que se nombra

El adjetivo “provida” recoge agendas más amplias que la mera oposición al aborto. Como explica en este artículo José Manuel Morán, doctor en Estudios Sociales, las agrupaciones que se autodenominan así “sostienen una agenda común centrada en la defensa de un orden sexual conservador, basado en la heterosexualidad, el matrimonio, la monogamia y la reproducción”. 

Incluso, la definición de la Real Academia Española de la Lengua da cuenta de que sus demandas no son solo contra el aborto, al incluir otros temas a los que se oponen como la investigación con embriones y la eutanasia.

Sin embargo, el aborto sí es el tema por el que más visibilidad toman. Morán explica que, así como en Estados Unidos ese activismo surgió en los 70 motivado por la sentencia Roe vs. Wade, en América Latina se fue conformando, desde los años 80, “un activismo en rechazo a las demandas de los feminismos y movimientos por la diversidad sexual”. Es decir que, como un movimiento que actúa reactivamente, su agenda y ciclos de movilización pueden depender de las conquistas de los movimientos a favor de los derechos sexuales y reproductivos.

Para Sandra Mazo, estos movimientos —a los que prefiere llamar “antiderechos”, otra discusión— se organizaron en contra de las causas que defienden las libertades individuales y el derecho a decidir, “sobre todo las que pasan por el control del propio cuerpo y la propia vida”. La centralidad del aborto responde entonces al avance de las agendas feministas en América Latina en los últimos 20 años: “Por eso canalizaron el objeto de su activismo en impedir este avance en el derecho a decidir de las mujeres”.

Laura Castro coincide. “Hay otras apuestas de despenalización, liberalización o regulación, como la apuesta por la eutanasia y muerte digna que, quizás, tienen menor cobertura mediática y una oposición menos ferviente de lo provida”, asegura. 

Ella suma otra explicación: para estos movimientos es central la defensa de un modelo familiar patriarcal que está en conjunción con el modelo económico capitalista. Esto explica también la oposición a otros modelos de familias, como las conformadas por personas del mismo sexo: “Atacando el derecho al aborto estás atacando cualquier modelo de familia no tradicional, cualquier tipo de igualdad de géneros”. 

Además de que lo “provida” recoge más discusiones que la del aborto, hay otro debate alrededor del término que está relacionado con qué defiende cada “bando” al hablar de la vida. Por eso, Laura Castro explica que cada vez que los medios las invitan a “careos” —debates que pretenden darles voz a las posiciones más contrarias en una discusión como esta— les toca comenzar desentrañando ese significado para dejar claro que no son “promuerte”, sino que defienden “vidas dignas, autónomas y justas”.

La conversación sobre el aborto se ha simplificado en la polarización de dos grupos: en una esquina, los “provida”, y en la otra, los “proelección” —este último término, en cambio, casi no aparece en los medios de comunicación—. Sin embargo, las posturas y matices sobre ese derecho a decidir proclamado en 1968 pueden desbordar esas dos palabras (ver recomendación). 

Es claro que la forma de nombrar cada postura sienta una posición editorial. Algunos medios son transparentes al manifestarla, tanto los de alineación evidente con los movimientos autodenominados provida —como la Agencia Católica de Informaciones (ACI Prensa)—, como los abiertamente favorables a la despenalización del aborto —como la revista Volcánicas—, que califican a esos movimientos como antiderechos.

Pero la mayoría de medios, los más tradicionales, generalistas y poderosos de cara a la opinión pública, no suelen tener una posición tan abierta y explícita en este debate. En cambio, se ubican en una supuesta imparcialidad que se rompe cuando nombran de una u otra forma a cada postura dentro de esta discusión.

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